Los monarcas de
España, generalmente fueron pródigos en la distribución de las tierras de
América. Con fecha 22 de junio de 1497, por una carta-patente se autorizaba a
Colón a repartir encomiendas –subdivisión de territorios conquistados- a los
soldados que vinieron al Nuevo Mundo.
En los últimos
años del siglo XVI, tras las necesarias reformas de la concesión de mercedes,
no se permitían darlas sino a los que habían contribuido a vencer y a pacificar
en Indias a los antiguos habitantes. El propio Juan de Garay, el 24 de octubre
de 1580, efectuó la primera repartición, entregando a cada uno de sus
compañeros, fracciones de 300 a 500 varas de frente por una legua de fondo,
iniciándola en lo que es hoy la Plaza San Martín, de Buenos Aires.
Por medio de
reales cédulas, en la medida de los servicios que se prestaban a la Corona o al
Rey, así se otorgaban beneficios y privilegios.
De este modo, por
despacho de 1754 dado por Fernando VI, don Diego Rodríguez, capitán de los
ejércitos españoles, en el reparto de dádivas
situadas en la comarca de Morón, obtuvo la actual extensión que forma hoy,
aproximadamente, el pueblo de Ituzaingó.
Entonces, cuando
había tierra en demasía, las concesiones poco interesaban a muchos agraciados y
pasaban fácilmente a otras manos. Estas posesiones, corriendo el año 1805, por
poco dinero enajenáronse a doña Melchora Romero, pero al perder ésta a su
cónyuge y quedando pendientes de pago cuotas de la compra, las tierras fueron
transferidas por Rodrigo Flores al hijo mayor de la viuda, don Francisco Ponce
de León, concertándose la operación en 40 reales. En 1840 fallece Ponce de León
y le heredan su hijo Bibiano y su nieto Avelino Figueroa.
Extinguida la
familia de Ponce de León, se presenta don Manuel Rodríguez, diciéndose sucesor
de los derechos de los descendientes de aquél, por entonces todos fallecidos y
en tal carácter, el 1º de octubre de 1863 inicia las gestiones reivindicatorias
de propiedad. Sus testigos que fueron varios, justifican plenamente los
requerimientos del recurrente, quien, en rápido juicio, el 14 de junio de 1864
obtiene resolución favorable.
Don Manuel
Rodríguez, hombre de espíritu visionario, soñador y audaz, con sentido de
progreso y responsabilidad, presiente el futuro y decide la formación de un
nuevo centro de población, entre Merlo y Morón.
Esta ciudad
contaba ya con el ferrocarril que hacía sentir su influencia en la zona. Sin
demoras, en 1872 hace su presentación ante el gobierno bonaerense a cargo del
distinguido político don Mariano acosta y propone sus campos para la traza del
pueblo. Puntualiza en el escrito los donativos reglamentarios: una manzana de
tierra para la construcción de edificios públicos y el desarrollo de las
actividades del núcleo a constituirse (fracción delimitada hoy por las calles
Mansilla, Las Heras, Olazábal y Soler); dos manzanas para plazas públicas,
reservas que pocos pueblos poseen (son las plazas General San Martín y 20 de
Febrero); una extensión para la futura estación ferroviaria y varias hectáreas
para el asilo de ancianos (Pacheco, Mariano Acosta, Rondeau y Agraciada,
aproximadamente), destacándolo todo con tinta común y de color en el plano que
acompaña.
El Departamento
Topográfico, estudiado el caso, aconseja su aprobación. En los considerandos se
indica que son convenientes las dimensiones de las manzanas y de los solares;
lo mismo expresa respecto a las calles, las que tienen un ancho que llenan las
condiciones de fácil viabilidad y de conservación.
El Gobierno,
impuesto del referido informe, aprueba sin otro trámite el proyecto de creación
del pueblo de Santa Rosa, comunicando la resolución a la Municipalidad de
Morón, para que se reciba, bajo la correspondiente escritura, de los lotes
donados al Partido por don Manuel Rodríguez y que se señalan expresamente en el
plano mencionado.
Se desempeñaba a
la sazón como intendente de Morón, don Serapio P. Villegas.
El fundador deseó
que la nueva población llevara su apellido, pero las autoridades lo objetaron
por existir, desde 1864, en la línea y cercano al pueblo por establecerse otro
con similar designación, General Rodríguez, al acordarse lo solicitado, ello
originaría confusiones, no siendo pues conveniente su imposición.
Y en definitiva
se llamó Santa Rosa, denominación que en último término propusiera el propio
don Manuel Rodríguez, circunstancia que queda fundamentada en estos hechos: se
llamaba Santa Rosa una pulpería del período colonial, con corta diferencia
ubicada en la esquina de Rivadavia y la Barrera 80, construida como era
costumbre, con típicas rejas de seguridad que amparaban a los pulperos de los
parroquianos.
Al boliche se le
conocía en varias leguas a la redonda por estar situado en el antiguo Camino
Real, Luján-Morón, siendo el lugar el paso obligado para las tropas, carretas y
diligencias que, desde el viejo Camino de Córdoba y llegando a las cercanías
del actual Club de Polo “Los Pingüinos”, se dirigían hacia Pontevedra y Marcos
Paz, sitios conocidos como pagos de Bajo Hondo y Zemborain.
Fueron aquellos
años tiempos heroicos para los transportes, identificados de alguna manera con
las luchas de nuestra gente, para quienes la tierra, si bien inculta, era sin
embargo la Patria.
Rosa era el
nombre de la esposa del dueño de la pulpería, don Juan Arnalde. Algunos años
más tarde el vecino don Antonio Ferrando, cuya esposa se llamaba Rosa Melogna,
compra el negocio. Esta fallece muy pronto y don Antonio casa en segundas
nupcias, tomando por consorte a Rosa Messeta.
En suma, tres
mujeres con idéntico nombre de pila para la misma pulpería. De esta manera y
siendo que don Manuel Rodríguez solía frecuentar el boliche de Santa Rosa, este
nombre le fue dado al pueblo.
Su traza que se
delinea al norte y al sur del ferrocarril, es como un tablero de ajedrez.
En ocasión de
cumplirse los sesenta años de su fundación, en 1932 por lo tanto, el notable
periodista Raúl A. Goyaud, representante en Ituzaingó del periódico “La
Tribuna” de Morón incluyó en la edición del mes de octubre un suplemento con
los antecedentes históricos de la localidad desde 1754 a esa fecha, interesante
trabajo que ha servido y que sin duda seguirá sirviendo mucho para el
conocimiento de los sucesos y de la vida lugareña de las primeras seis décadas
de existencia.
Los actos que en
la oportunidad se iban a realizar debieron ser diferidos para el 6 de noviembre
siguiente por la muerte del señor Carlos J. Ratti, destacado ciudadano de
Ituzaingó y por entonces intendente municipal de Morón.
El escribano
Hermidio Petrelli, presidente de la Comisión de Homenaje, así lo hace saber el
10 de octubre de 1932 al señor Felipe Rodríguez, hijo de don Manuel Rodríguez,
con pedido de informar sobre la postergación a los demás miembros de la
familia.
En su “Historia
de Merlo”, don Jacinto Rodríguez Arauz, vecino de esa ciudad, no hace mucho
desaparecido, hace especial referencia a don Manuel Rodríguez Fragio.
En las páginas 94
y 95, después de hacer mención al lugar de su nacimiento y de su permanencia en
tierras de Merlo, lo señala como fundador en 1872 de la colindante localidad de
Ituzaingó, que se denominara Santa Rosa en sus primeros años.
El abate José
Sallusti, secretario de la Primera Delegación Pontificia al Río de la Plata y
Chile –años 1823 a 1825- que presidiera monseñor Juan Muzzi, arzobispo de Filipos y
Nuncio Apostólico, e integrada, asimismo, por el canónigo Juan Mastai Ferretti
(más tarde Papa Pío IX), en su diario de viaje, en enero de 1824, al referirse
a Morón escribe: “Cuanto alcanza a la vista es una llanura perfectísima y un
terreno de óptima calidad. Se encuentran a menudo rebaños de bueyes, caballos y
ovejas y también cantidad de aves de las más variadas especies”.
Se colige de ello
que Morón, y al decir Morón compréndese a Ituzaingó, privilegiado apéndice
oeste del dilatado territorio, debió ser entonces maravilloso. Sus habitantes
gozarían ciertamente de la belleza de una tierra próspera, de la fragancia de
sus flores, de los cantos armoniosos de las aves, de las cristalinas aguas de
sus arroyos y del azul del cielo.
En los
atardeceres el silencio de los campos regalaría paz y sosiego al espíritu de
nuestros labradores y condigno descanso a los compañeros de faenas, fueran
éstos los lentos bueyes de nostálgica mirada o los briosos caballos de nuestra
pampas.
La comarca de
Morón tenía ya renombre por su ganadería y por sus trigales. Los productos eran
exportados a los países limítrofes y también a España. El trigo de Morón era el
mejor del mundo, y Morón el granero de la República. Por ello el artista
Montero Lacasa, interpretando las sugerencias del padre Vanini, colocó dos
henchidas espigas en su dibujo del escudo de Morón.
La zona de
Ituzaingó, espaciosa llanura con ligera elevación en su parte media, extendida
hacia el poniente y hasta la margen derecha del río Las Conchas (hoy río
Reconquista), por el lado norte, como parte de la cañada moronense, ofrecía a
Morón sus campos cubiertos de preciado trigo, lino, maíz, alfalfa y avena.
Así fue
Ituzaingó, cuyo poblado estaba situado a la distancia justa de la primera
nochada de las carretas que desde Buenos Aires iban hacia Luján.
Al nacer el
pueblo se inició la subdivisión de sus tierras. Primero, en grandes chacras y
estancias, con sus granjas y tambos, y más tarde en quintas para el cultivo de
las mejores hortalizas y flores y la plantación de árboles frutales, el
manzano, el peral, el duraznero y el olivo.
Cuando toma
incremento la intervención de los martilleros se practican nuevos
parcelamientos y se suceden los loteos de las viejas heredades. Los realizan
los señores Vinelli, Astoul Bonorino, Iturralde, Ezcurra Medrano, Boracchia,
Bullrich, Grosso y otros.
Desaparecen por
consiguiente las quintas de Delfino, Seré, Castaño, Leguizamón, Rillo,
Astayeta, Corbesi, Capelli, Leloir y muchas más y lo propio ocurre con los
viveros de Firpo, Calé, Jepel, Naso, etc.
Se acentúa
entonces el crecimiento demográfico. El pueblo se agranda y comienzan a
gestarse en su derredor densos conglomerados, con cierta preponderancia y
conformados en importantes centros.
Con ojo avizor y
especulador al mismo tiempo, la gente ha estado invirtiendo sus ahorros en la
compra de bienes raíces, cuya constante suba ha producido altos valores,
transformando al temeroso adquirente de ayer en un vecino afortunado. Lo propio
ha ocurrido en barrios aledaños de reciente apertura o en villas en plena
evolución y de gran futuro.
En ello va la
pauta de la riqueza creciente en estas tierras. Son muchos los vecinos de la
Capital Federal que hacen construir aquí sus casas de veraneo o de fin de
semana, porque muchos son los lugares de quietud y reposo.
Sus calles,
otrora carentes de alumbrado, polvorientas y bordeadas de zanjones se vistieron
luego de pavimentos asfálticos y recibieron la iluminación eléctrica. Las
precarias casas de adobe, que no eran pocas, fueron reemplazadas por modernas
construcciones, magnificas y alegres mansiones con hermosos parques y jardines
que esparcen perfumes. Todo embelesa y contribuye a recobrar las fuerzas y a
serenar el espíritu. El rodar de los medios de transporte se hace continuo y se
suma al bullicio de sus habitantes y a la algarabía de sus niños.
En tanto, los
mayores observan en silencio las transformaciones que se van operando; sienten
preocupación y tristeza, pero acaban por aceptar el cambio en nombre del
progreso.
Por su altura,
con un nivel de unos veinticinco metros sobre el del mar y por la bondad de su
aire puro, Ituzaingó ha sido considerado como pueblo sano, llegando a ser una
de las zonas más residenciales del Gran Buenos Aires.
El vecindario, en
razón de la superficie de su territorio y del número de contribuyentes, aporta
al erario de Morón un 20 por ciento de los ingresos que el Municipio obtiene en
todo el Partido en concepto de impuesto general inmobiliario. Las localidades
de Ituzaingó y Hurlingham, en conjunto, participan con una suma mayor a la que
aportan a la vez, reunidas, Morón, Haedo, Castelar, El Palomar y Villa
Sarmiento.
Justo es dejar
constancia que el tributo de Ituzaingó por el impuesto referido solo alcanza a
cubrir el costo directo de los servicios; el pueblo, sin embargo, suele considerar
que las autoridades escatiman la prestación debida, circunstancia cierta en
oportunidades, pero de todos modos, el déficit que arroja la partida es siempre
a cargo exclusivo del ente municipal.
Se han practicado
desagües en el zanjón Niceto Vega y Cañada Soto; se efectuó la construcción de
la guardería del barrio San Alberto y el obrador municipal de la calle Pirán,
entre las de Trolé y Alberti, todo ello mandado realizar por la Comuna, con una
inversión de m$n 246.233.300.
Otra obra
positiva, librada ya al público, es el Hospital Barrio Grand Bourg, sito en la
Avenida Brandsen 3859. En la compra de terrenos linderos al entregado por la
Sociedad de Fomento donante y en la terminación de los trabajos de edificación,
se han abonado $ 14.500.000 y en la adquisición de instrumental otros dos
millones.
Corresponde
agregar que desde el año 1958 sostiene, totalmente a su costa, la Escuela de
Capacitación Profesional nº 3, con asiento en la Escuela nº 6. Igualmente todos
los años distribuye el Municipio, aunque no en forma equitativo o de acuerdo a
las reales necesidades de cada institución, sumas de dinero como subvenciones o
donaciones.
Estimo que
Ituzaingó no ha sido la Cenicienta, por cuanto las autoridades municipales
siempre se han hecho presentes, resolviendo en la medida de sus posibilidades
económicas los casos más urgentes, en modo particular en el aspecto sanitario,
urbanístico y cultural.
ITUZAINGÓ
Hierro del
asfalto,
Plumón del
camino,
Baja cina-cina,
Altos eucaliptos,
Llevan a tu
quinta
Sola y sin vecinos.
La dispersa el
polvo,
La sujeta el río,
La elevan
aviones,
La hinchan
relinchos.
En torno a tus
padres
Gira el
torbellino;
En rueda de
perros
En haces los
niños.
La inflaman
gladiolos,
La apaciguan
lirios.
El agua la moja
En copos e
hilillos,
Y el sol en
espadas
La irisa a
capricho.
La bocha del
polo,
Blancura y
chasquido,
Le pone un
fantasma
Redondo y con
frío.
Hay árboles
varios,
Un tilo (no es
tilo),
Y en mitad del
césped
Un libro caído.
Crepúsculo de
oro,
Pájaro divino
Se ha hecho en
los árboles
Su jaula y su
nido.
De tus hombros
pende
Hasta los
tobillos
Tu traje tan raro
Color amarillo.
Tus palabras
suenan
A hojas, a
trinos,
De un árbol sin
nombre
De un bosque
perdido.
Hay que
levantarse,
De pie en el
estío,
De la hierba seca
En que estás dormido;
O quedarse muerto
Como un
pajarillo,
Con sus cuatro
plumas
Y polvo y
bichitos.
Al partir me
diste
Junto al
portoncillo
Que un fanal
corona
Feudal y vacío
Un capullo té
Con dos dedos
finos.
(Una mariposa
De colores vivos,
Entre espinas
lucha
Con su
cuerpecillo).
BALDOMERO
FERNANDEZ MORENO (PARA “LA NACION”, PUBLICADO EL 24/6/1945).
Ituzaingó,
servida por el ferrocarril Sarmiento –considerado hoy la mejor línea de trenes
de la red ferroviaria del Gran Buenos Aires- cuenta, asimismo con numerosos transportes
automotores locales, comunales e intercomunales que permiten el traslado diario
de muchos millares de vecinos que deben viajara para el desempeño de sus
actividades.
Es atravesada por
la Ruta Nacional Nº 7 que lleva también a la Capital Federal y a la vez a
centros urbanos del oeste o a empalmes con parajes al norte y sur de la ciudad.
A pesar de la importancia de estos medios de transporte, se hace necesaria la
rápida terminación del Acceso Oeste, a fin de descongestionar convenientemente
la citada ruta y facilitar la circulación de interminables caravanas de
rodados.
La carencia de
servicios de aguas corrientes y de obras sanitarias domiciliarias, se traduce
en un notorio perjuicio para la población, principalmente en lo que hace a la
salud pública.
Además tiene
demorada en la ciudad la realización de grandes construcciones, pues sólo en
aislados casos encuéntranse fincas de dos o tres pisos, siendo casi nula la
edificación en propiedad horizontal. Es que debió ser primordial la instalación
de los indicados servicios al tendido de gas natural, aunque también éste tenga
sus ventajas. Esta imposición de parte de las autoridades municipales ha sido
muy debatida por los vecinos del partido de Morón y de los distritos
colindantes de Merlo y Moreno, dando lugar a controversias, serias polémicas y
enojosas situaciones.
Mucho se ha
discutido acerca de la real importancia de Ituzaingó, en relación a su
industria y a su comercio, por la falta de edificios públicos y lugares de
esparcimiento, la deficiente labor de sus instituciones, etc.
En alguna medida
estas expresiones de desaliento tienen dosis de veracidad, pero mucho de ello
podrá ser susceptible de cambio en cuanto haya positiva necesidad de hacerlo.
Amables son sus
habitantes, serviciales y generosos; son partícipes de las inquietudes de la
comunidad, las que apoyan siempre con agrado. Lo evidencian con colaboración
personal y aporte pecuniario, hasta lograr planes y propósitos.
En los lustros
Ituzaingó se ha caracterizado por el creciente desarrollo de su comercio que,
sin llegar a ser vigoroso como ha ocurrido en localidades cercanas, más
pequeñas y más jóvenes, es importante, variado y selecto, cubriendo modestas
industrias y peculiares artesanías, insospechadas tal vez, pero que tienen su
valor y su influencia porque son proveedores de empresas de mayor envergadura y
hacen a la economía y a la prosperidad de la ciudad.
Hay considerable
cantidad de negocios de toda clase y categoría, con sustanciales capitales;
sociedades privadas de crédito, casas bancarias y cooperativas crediticias,
institutos educacionales y escuelas varias. Desde luego, corresponde subrayar
que las instituciones han trabajado concienzudamente, con entusiasmo y sentido
comunitario.
Sus habitantes,
calculados en estos momentos en el número aproximado de cien mil, modelan su
vida laboral, educativa y social con su correlativa repercusión en la
centenaria ciudad. La generalidad posee instrucción primaria completa, muchos
la secundaria y gran cantidad cultura superior.
Sus actuales
límites son: Santa Rosa, Blas Parera, Hortiguera, Acevedo, Río Reconquista y
Las Cabañas. Tienen una superficie de 19.310.000 metros cuadrados (1.928
hectáreas). Durante la intendencia del señor César Albistur Villegas cada
localidad del partido fijó una fecha principal a conmemorar y a la cual el
municipio aportó su total apoyo.
La Comisión de
Festejos de Ituzaingó convino en que fuera el 24 de octubre, por ser el día de
la fundación de la ciudad. En 1954 la jornada fue recordada de una manera
particular, desarrollándose el acto en el Club Atlético Ituzaingó, en cuyos
salones se sirvió un almuerzo. Dio la bienvenida al jefe de la comuna el
profesor Gerardo Ansalone. Evocó en su discurso el pasado del pueblo, las
etapas de progreso y la creación de las instituciones.
El 5 de noviembre
de 1961, por iniciativa del director de “Noticiero Ituzaingó” y autor de esta
obra, se inauguró en la plaza 20 de Febrero, frente al templo parroquial, el
busto a Manuel Rodríguez Fragio, obra del
escultor Juan Bautista Supervielle. El artista lo representa con su
peculiar expresión de hombre de bien, solemne y fuerte, como en verdad lo fue
este varón de la Madre Patria.
La ceremonia se
realizó bajo un cielo azul y la tibieza de un día primaveral. Desde temprano
las detonaciones de las bombas de estruendo anunciaron una jornada de fiesta.
Luego del izamiento de la enseña nacional, en la intersección de las calles 24
de Octubre y Rondeau se descubrió una placa conmemorativa donada por la
Municipalidad y a continuación lo propio se hizo con el busto del fundador que
bendijo monseñor Miguel Raspanti.
Designado
presidente de la Comisión de Homenaje, tocóme hacer entrega del monumento. Habló
luego el intendente municipal don Abel Costa, quien expresó: “Recibo de manos
de prestigiosos vecinos el busto del fundador, como el más sano y espiritual
recuerdo de respeto y veneración a nuestros antecesores. Don Manuel Rodríguez
Fragio llegó a estas tierras consustanciándose con los argentinos y trabajó por
esta su patria nueva y le dio las mejores horas de su vida e hijos.
Frente a este
busto, cada hombre, cada mujer, cada niño que pase y vea la efigie de Rodríguez
Fragio, palpitará lo que ha sido el crecimiento de esta localidad y verá
también qué es posible hacer en el futuro”.
La señora Amalia
Rodríguez de Morán, nieta del fundador, agradeció con sentidas palabras el
homenaje tributado al abuelo. También el señor José Montaña pronunció breve
discurso, haciéndolo por los residentes españoles. Momentos más tarde, monseñor
Francisco Novak ofició una misa de campaña, y a su término se efectuó el
desfile de escolares. Con un vino de honor, servido en la sede del “Noticiero
Ituzaingó”, cerróse el acto que contó con la participación de numerosos
descendientes del fundador, autoridades y dirigentes de las instituciones. El
monumento fue costeado por un grupo de ciudadanos y con un aporte municipal de
$ 30.000. Los alumnos de las escuelas oficiales en espontáneo y generoso gesto,
entregaron su óbolo que sumó $ 3.047.