El primer
ferrocarril argentino, denominado del Oeste, fue creación de la empresa
“Sociedad del Camino de Hierro de Buenos Aires”, que integraban los señores:
Jaime Llavallol, Daniel Gowland, Manuel Guerrico, Mariano Miró, Bernardo de
Larroudé, Norberto de la Riestra y Adolfo Van Praet.
Inaugurado el 30
de agosto de 1857, corría hasta el barrio de Floresta, pero pronto su recorrido
fue extendiéndose y en 1860 llegaba a Moreno, llevando progreso y bienestar a
los poblados existentes a lo largo de su trayecto y promoviendo la formación de
otros núcleos habitacionales.
La estación de
Ituzaingó, que dista 24 kilómetros desde 11 de Septiembre, se construyó al año
siguiente de fundarse Santa Rosa, despachándose un solo tren diario. El
Directorio de la compañía dispuso que se designara con el nombre de Ituzaingó,
en homenaje a la batalla homónima, habilitándose al público con mucha ceremonia
el 4 de enero de 1874. La denominación fue propagándose a la villa y reemplazó
muy pronto a la de Santa Rosa. También la adoptron las autoridades provinciales
y municipales, sin que en ningún momento se haya dictado un decreto para anular
el nombre de origen.
Parece que en
aquellos lejanos días la estación permaneció cerrada durante varios meses por
no tener pasajeros y cargas para conducir, y porque mucha gente no se adaptaba
a ese nuevo medio de transporte.
Asimismo, la
población se fue habituando al tren, que resultó más rápido, más cómodo, más
seguro y además económico. En nuestro caso, el ferrocarril produjo un estado de
rivalidad en los habitantes, al dividirlos en norteños y sureños, partición que
en cierta medida aún hoy subsiste.
Ambos sectores
rivalizan y procuran constantemente mejorar las respectivas zonas, deseosos de
brindar a sus moradores nuevas construcciones, nuevos comercios, más
pavimentos, más centros culturales y deportivos.
Todos los fines
de semana llegaban a Ituzaingó los funcionarios del Ferrocarril y se
trasladaban en zorras hasta el magnífico campo de juego situado en el deslinde
con el partido de Merlo, al norte de la avenida Rivadavia. Sólo en 1925 se
habilitó en el lugar la parada Golf, que más tarde tomó el nombre de San
Antonio de Padua. Dos estimados convecinos, los señores Osvaldo Coquet y
Santiago L. Tiscornia prestaron servicios en el Ferrocarril Oeste. El señor
Coquet se desempeñó como jefe de la estación por un largo período; el señor
Gabriel Millán fue el primer titular en nuestra localidad. El actual jefe es el
señor Raúl Molina, reemplazando al señor Francisco R. Bernacchia.
Cuando la línea
fue nacionalizada, el servicio fue decayendo con profunda tristeza se empezó a
contemplar a diario espectáculos impropios y odiosos, pues el hacinamiento
humano excedía todo límite. Resultaba imposible ascender o descender y sólo
podían hacerlo los más fuertes, forcejeando o atropellando desconsideradamente
a los pasajeros agolpados en las entradas de los coches o sus pasillos.
Igualmente, mucho
debióse tolerar por el incumplimiento de los horarios o por la suspensión de
servicios y los frecuentes paros de actividad del personal, a todo lo cual se
acumulaban otras incomodidades por los desperfectos mecánicos o la falta de
corriente eléctrica. Serios inconvenientes acarreaba el cierre arbitrario de
las barreras a cualquier hora del día, motivado en repetidas ocasiones por la
ausencia al trabajo de los agentes afectados expresamente al cuidado de los
pasos a nivel.
Afortunadamente,
tras largos años de padecimientos, no siempre sobrellevados con total
resignación, todo ha ido mejorando mediante la incorporación periódica de
nuevos elementos, modernos equipos y el alargue de los andenes, aunque no se
haya llegado aun a lo deseado en materia.
En 19070, por
acuerdo del Ferrocarril Vialidad Nacional y la Municipalidad de Morón, se
construyó el túnel peatonal reclamado repetidas veces a las autoridades, con el
fin de obviar los riesgos siempre crecientes que significó el cruce de la ruta
nacional, sea de sur a norte o viceversa.
Doce millones de
pesos fue el costo de la obra. Con motivo de iniciarse los trabajos de
referencia y realizarse por el Ferrocarril la apertura de zanjas para el
tendido de nuevos cables, se encontraron cimientos de mampostería; personas
residentes aquí de antigua data, opinaron que podían ser el de los de la
primitiva estación, una casa común, con sus habitaciones y techo a dos aguas,
cuya construcción se concluyó para fines de 1872. Algunos de los ladrillos
hallados, de distinto tamaño fueron recogidos y se custodian en el Colegio
AUPI.
En el sector sud
de la estación se construyó una dársena de una cuadra de largo y cuatro metros
de ancho, con acera para facilitar el ascenso y descenso de los pasajeros de
los vehículos de transporte colectivo. Debajo de los ombúes que dan frente a la
calle Rondeau se ha remodelado la playa de estacionamiento fijo para taxistas.
El servicio de
transporte automotor, precursor del colectivo, se inició en 1927, a cargo de
Félix Rossi, entre la estación del ferrocarril y la Colonia de Ancianos,
conduciendo un coche Rugby; José Guerrieri, lo hace más tarde con una línea de
Ituzaingó a Villa León, siendo reemplazado luego por el micro nº 216.