LA BATALLA DE ITUZAINGO


¿La acción bélica de Ituzaingó forma parte de una brillante constelación de hechos de guerra no comunes. Tiene su resonancia, aun cuando no se pudo sacar todo el partido que se debió obtener en la oportunidad. El 3 de enero de 1826 el general Juan Gregorio de Las Heras, encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, lanzó una proclama aceptando en nombre de la Patria, la guerra declarada en forma descomedida por el Imperio del Brasil. El ejército patriota, que no hizo la guerra para lograr conquistas territoriales o sojuzgamientos, sino para coadyuvar con su esfuerzo y el sacrificio de sus hombres a la emancipación americana, tuvo que luchar contra efectivos fogueados en los campos de batalla y compuestos por aguerridos teutones en número mayor y con mejores pertrechos.
El valor de nuestros soldados, entre los cuales se hallaba una división oriental, demostró sin embargo ser sorprendente. Tras los encuentros de Bacacay y Ombú, favorables a las fuerzas republicanas, en las proximidades del arroyo Ituzaingó, en territorio brasileño, se desarrolla una nueva batalla, saliendo victorioso el ejército de la Patria frente al del Imperio del Brasil que comandaba el marqués de Barbacena. El 20 de febrero de 1827, tras largas horas de combate y cargas impetuosas, con la cooperación de Iriarte, Lavalleja, Paz y otros, el general Alvear consigue el triunfo. En la refriega mueren el Cnel. Brandsen y el capitán Besares. 1200 hombres enemigos quedan en el campo; de los nuestros, entre muertos y heridos poco más de 400. A fines de noviembre los héroes de Ituzaingó regresan a Buenos Aires, donde el pueblo los recibe con delirio. El gobierno de Rivadavia acuerda un cordón de honor a los vencedores.
Como consecuencia de esta campaña –dice el historiador Cnel. Best- ninguno de los adversarios principales consiguió el objetivo político por el que se realizó la guerra, pero sí lo obtuvo el participante más interesado en ella, la Banda Oriental del Uruguay que logró su independencia”.
Carlos María de Alvear nació en Misiones el 25 de octubre de 1789, hijo del capitán de fragata español Diego de Alvear y de Josefa Balbastro, porteña. Inició su carrera militar en España, en el Cuerpo de Cazadores Reales. Combatió contra los franceses; en 1812 volvió a Buenos Aires con San Martín y otros patriotas. En 1813 fue nombrado presidente de la Asamblea General Constituyente. En 1834, siendo jefe de las fuerzas sitiadoras de Montevideo, obliga a capitular al Gral. Vigodet. En 1815 es Director Supremo, reemplazando a su tío Gervasio Posadas. Con motivo de la revolución de Fontezuelas, emigra al Brasil. En 1824 es enviado en misión diplomática a Inglaterra y Estados Unidos, y en 1826 se le designa general en jefe para la guerra del Brasil, cubriéndose de gloria en Ituzaingó.
Desempeñóse como ministro plenipotenciario en Estados Unidos de Norteamérica, donde falleció en 1852, siendo repatriados sus restos en 1854. Fue hábil militar y distinguido escritor. Su nombre completo: Carlos Antonio Josef Gabino del Angel de la Guardia de Alvear.
Federico de Brandsen. Nació en París el 28 de noviembre de 1785. Asistió a las campañas de Alemania e Italia, combatiendo al lado de Napoleón I. En 1817 vino al Río de la Plata y se incorpora al Ejército de los Andes, con el grado de capitán. Luego de tomar parte en diversas acciones, en 1826 pasa a combatir contra el Brasil, con el grado de coronel mayor y jefe del I de Caballería de Línea. Muere gloriosamente en la batalla de Ituzaingó y sus cenizas fueron repatriadas en 1828. Culto, leal y hombre ejemplar. Argentino por el noble ideal que lo trajo a nuestra tierra. El Gobierno de la Provincia de Buenos Aires dio su nombre a uno de sus distritos, creado en 1875.
Manuel Besares. Nació en Santiago del Estero en enero de 1792. En 1810 ingresó en el Ejército del Alto Perú. Luchó en Tucumán y Salta. Sus grados fueron siempre conquistados en acciones de guerra. Siendo Tte. Cnel. Cuando forma en el Regimiento 2 de Caballería de Línea, creado el 10 de enero de 1826, por decreto del gobernador de Buenos Aires, Gral.Las Heras, con el fin de participar en la guerra contra el Brasil. La muerte del comandante Besares, bizarro jefe, se produjo por el rebote de bala de metralla que le llevó la mitad de la cara y de la cabeza. El regimiento arriba mencionado, después de luchar en Ituzaingó a las órdenes del general Alvear, lo hizo contra Quiroga a las órdenes de Paz, y en la expedición de Rosas al desierto. Fue disuelto araíz de la batalla de Caseros, pero en 1853 se reorganizó al mando del general Paunero, y luchó contra los indios en la campaña dispuesta por Adolfo Alsina.
El vencedor de Ituzaingó y el jefe del Regimiento I de Caballería de Línea, tienen sus tumbas en el cementerio del Norte (Recoleta), de Buenos Aires. Se hallan emplazadas a la entrada de la necrópolis, exactamente frente a frente, y ambas declaradas monumentos históricos nacionales por resolución nº 12806 del 2 de octubre de 1946.
El sepulcro del general Alvear es un gran arco rectangular, marmóreo, en lo alto del cual se encuentra esculpida la leyenda “General Alvear”. En el mismo mausoleo están sepultados el ex presidente de la Nación, Dr. Marcelo T. de Alvear, fallecido en 1942, y el primer intendente de Buenos Aires, don Torcuato de Alvear, fallecido en 1890.
Sencillo, de estilo francés, es el monumento erigido en 1890 en memoria del coronel Brandsen. En lo alto de una columna se halla el busto. Su inauguración, por encargo de la Municipalidad, se efectuó con los auspicios del Club Gimnasia y Esgrima, presidido entonces por el señor Tomás Santa Coloma, casado con una hija del heroico militar. En las caras que forman la base del monumento se lee: La Municipalidad de Buenos Aires reconocida a los servicios del Cnel. Federico de Brandsen – El Pueblo Argentino a Brandsen y a sus compañeros de gloria caídos en Ituzaingó – Muerto en Ituzaingó al frente de su regimiento – Nacido en París el 28/11/1785.
La Comisión Nacional de Museos y Monumentos Históricos propuso al Superior Gobierno que numerosos sepulcros del cementerio de la Recoleta fueran declarados monumentos históricos. El decreto nº 3039/46 del Poder Ejecutivo que lleva la firma del presidente Edelmiro J. Farrell, señala que es obligación del Estado velar por la conservación y custodia de los sepulcros donde se guardan sus despojos y de acuerdo con la ley 12665 declara monumentos históricos los de muchos próceres, entre los cuales se hallan, expresamente indicados los del general Alvear y del coronel Brandsen.
Las investigaciones realizadas por la Dirección de Estudios Históricos no han permitido encontrar antecedentes para determinar dónde descansan los restos del personal militar fallecido en acciones de guerra contra el Imperio del Brasil, como tampoco existen en el acervo documental que se posee. Se aprecia que podría ser posible que los mismos se encontraran en los lugares donde se llevaron a cabo dichas acciones, es decir, al norte de Yaguarí, sobre el arroyo Bacacay, en la margen sur del río Ibicuy, en las inmediaciones del Paso de Ombú y en las cercanías del arroyo Ituzaingó.
El general Mansilla, encargado del Estado Mayor General del Ejército, desde el cuartel general en marcha, con fecha 6 de marzo de 1827, remite al Ministro de Guerra y Marina la nómina de los muertos y heridos en la acción.
Del Reg. 1 de Caballería, mueren el coronel Federico Brandsen (su jefe), el capitán Miguel Marcó, los tenientes Ignacio Lavalle y José Ignacio Molina y el alférez Domingo Cavral. Del Reg. 2 de Caballería, comandante Manuel Besares y el teniente José María Delgado, Del Escuadrón de Coraceros, alférez Agustín Ibarguren, Del Batallón 5 de Cazadores, capitán Bruno Escobar. De la División de Vanguardia, Reg. De Dragones Orientales, Tiradores, teniente Cipriano Bustamante, De la Primera División de Vanguardia al mando del Cnel. Manuel Oribe, teniente 1º Ignacio Berro y el ayudante mayor Máximo González. Del Reg. Dragones Libertadores, capitán Lucio Donado y teniente Bernardino Villanueva, De la Segunda División de Vanguardia Regimiento de Milicianos, Maldonado, capitán Luciano La Rosa.
Argentinos muertos (2 jefes, 7 oficiales y 74 hombres de tropa): 83.
Argentinos heridos (13 oficiales y 118 hombres de tropa): 131.
Argentinos dispersos (1 jefe y 14 hombres de tropa: 15.
Uruguayos muertos (9 oficiales y 67 hombres de tropa): 76.
Uruguayos heridos (12 oficiales y 110 hombres de tropa): 122.
Total general: 427.
Zufriategui, Olazábal, Lavalle, Alvear, Iriarte, Serrano, Chilavert, Pirán, Oribe, Arena, Besares, Mansilla, Brandsen, Soler, Medina, Paz, Lavalleja, Olavarría, Martínez, Pacheco, Trolé, Díaz, Gómez, Garzón, Olivera, Correa, Deheza, De la Cruz, Delgado, Aguirre, Rojas, Vilela, Alegre, Cabo Olivera, Soldado Barbosa, son todos nombres familiares para los vecinos de Ituzaingó. Ellos fueron impuestos a las calles de la ciudad al efectuarte, acertadamente, una revisión y reestructuración de la nomenclatura. Por Ordenanza nº 866 del H. Concejo Deliberante del 11 de enero de 1940, se aprueba el proyecto elevado por el Departamento Ejecutivo, que integraban el ingeniero municipal Arq. Angel Silva, el cura párroco Dr. Félix Bollo, Raúl A. Goyaud, Marcelo Tomadoni, Enrique Barthe, Florestano Andrade, y como jefe de Catastro el Dr. Alberto Cané, inspirados a designar las calles con el nombre de figuras consagradas de la historia patria y que tienen atingencia directa con el nombre de Ituzaingó, o bien acontecimientos de vida institucional o de recordación de vecinos de la localidad, materializando el homenaje a que se han hecho acreedores.
El Gral. Alvear tiene su estatua ecuestre, majestuosa y de alto vuelo, cual perenne homenaje del bronce y del mármol, en un recodo de la Avda. del Libertador, lugar muy cercano a la antigua iglesia del Pilar, contigua al cementerio de la Recoleta, de Buenos Aires. En su base, cuatro alegorías, la Elocuencia, la Libertad, la Fuerza y la Victoria, complementan el monumento. Es posiblemente la mejor obra del escultor francés Antonio Bourdelle. Fue inaugurada en octubre de 1926.

CANTO A LA BATALLA DE ITUZAINGÓ
Apenas despunta el sol
Ha de empezar la batalla.
El enemigo está fuerte
Y no hay que darle ventaja.
Ruge el cañón vomitando
Su mortífera metralla,
Piafa, excitada y ansiosa,
La nutrida caballada.
¡Adelante! Los valientes.
¡Adelante! Y a la carga…
Lavalleja, sable en mano.
Por la izquierda se adelanta,
Zufriategui, Olavarría,
Medina y Paz a su espalda;
Soler, Laguna, Olivera,
Como una enorme tenaza,
Se cierran inexorables,
Sobre la enemiga masa.
Coraceros y dragones
A izquierda y derecha avanzan.
Oribe, Arenas, Deheza,
Todos a un tiempo se lanzan,
Sorprendiendo al enemigo,
Que en vez de atacar, escapa.
Y allá van Vilela, Iriarte,
Rojas, Lavalle, Olazábal.
Persiguiendo a los restantes
Que huyen en desbandada.
La muerte ya hizo su obra.
Ya terminó la matanza.
Hay un silencio tremendo
En la tierra ensangrentada.
Muchos trofeos quedaron,
Bagaje, banderas, armas,
Pero también muchas vidas
Quedaron allí segadas.
Y va el general Alvear
A su tienda de campaña
A redactar paso a paso
El parte de la batalla.
Rendido, escribe la lista
De jefes, que en la jornada
Con su coraje le dieron
Otra victoria a la Patria.
Después, entorna los ojos,
Inclina la fatigada
Cabeza, y en un suspiro
Derrama, ardiente, una lágrima.
Han vuelto Trolé y Mansilla,
Pirán y Arengreen descansan;
También los demás volvieron…
Menos dos, en una carga,
Avanzó el coronel Brandsen
Y pagó cara su hazaña,
Pues quedó de cara al cielo,
En el campo de batalla.
También la angustia lo tuvo
Estrujándole hasta el alma
Cuando supo que el rebote
Traicionero de una bala
Sesgó el aliento a Besares,
En su coraje de Patria.
Han pasado muchos años.
Ha habido muchas batallas,
El que ayer fuera enemigo,
Hoy, sin rencor, nos abraza,
Bendito sea el amor
Que nos une y nos hermana.
Bendita sea esa sangre,
Tantas veces derramada.
Y benditos estos nombres
Que en históricas jornadas
Nos lo dieron todo, todo
Sin reclamar nada, nada…
¡Bendita sea la Paz!
¡Bendita sea la Patria!

Emma D. B. de Castromil
(para “Noticiero Ituzaingó”, enero 1963).

DECRETO QUE ACUERDA UN CORDON DE HONOR A LOS VENCEDORES EN ITUZAINGO
Tributo a la memoria de Brandsen y Besares
Buenos Aires, marzo 19 de 1827
Las marchas y maniobras del Ejército al mando del Brigadier General don Carlos de Alvear en el territorio del Brasil, hacen un honor distinguido a los fastos militares de la República Argentina; los brillantes combates de Bacacay y del Ombú, y la memorable batalla y victoria de Ituzaingó, elevan a un grado eminente la gloria y esplendor de nuestras armas y se colocan sobre los grandes hechos que las ilustran.
El Gobierno reconoce el aprecio y gratitud que se debe a los vencedores del Ejército Imperial y deseando acordarles un premio proporcionado a sus méritos, reserva para la terminación de la guerra aquella parte de él que en la época presente sería inconciliable con la dignidad de la Nación y con los apuros del Erario; sobre estos principios el Presidente de la República ha acordado y decreta: Art. 1º) Todos los individuos pertenecientes al Ejército de Operaciones en el territorio del Brasil, que se hallaron en la batalla de Ituzaingó, usarán el distintivo de un cordón de honor que penderá del hombro izquierdo y se enlazará en el ojal de la casaca del costado derecho con las distinciones siguientes: -El General en Jefe, de oro encadenado con borlas y cabetes del mismo metal. –Los Generales, el mismo cordón y cabetes sin borlas. –Los Jefes, cordón de plata con borlas y cabetes de lo mismo. –La oficialidad el mismo cordón y cabetes sin borlas. –Los sargentos y cabos, cordón de seda blanco, la tropa cordón de lana celeste. Art. 2º) A todos los individuos que por la gracia anterior se les hubiese cumplido el tiempo de su empeño, serán precisamente licenciados a la terminación de la guerra, y se les abonará, por el exceso de tiempo que hubieren servido, el sobre sueldo mensual que asigna la ley de 10 de setiembre de 1824. Art. 4º) El Coronel del Regimiento primero de línea, don Federico Brandsen, y el Comandante de Escuadrón del segundo, don Manuel Besares, que murieron gloriosamente en el campo de batalla, pasarán siempre revista de “presente” en dichos cuerpos, respondiendo por el primero el Coronel y por el segundo el teniente coronel y perpetuando de este modo su digna memoria. Art. 5º) El Ministro Secretario de Guerra y Marina queda encargado de la ejecución de este decreto, que se comunicará a quienes corresponda y dará al Registro Nacional.
Rivadavia – Francisco de la Cruz

PROCLAMA DEL GENERAL ALVEAR
Antes de entrar en territorio brasileño, el general Alvear dirigió a los soldados orientales una proclama fechada en el cuartel general en marcha el 24 de diciembre de 1826, que dice: “Orientales, “la hora deseada de todos ha llegado; las legiones de la República está en marcha sobre la frontera enemiga; dejad vuestras ocupaciones ¡bravos de Sarandí!, empuñad el acero y venid a llevar la libertad a vuestros vecinos: mostrad al mundo la diferencia que hay entre pechos republicanos y los que están agobiados bajo un cetro de hierro.
El Imperio prepara nuevas cadenas para esclavizarlos; preparemos nosotros coronas de flores para los pueblos del Brasil que van a romper sus grillos y que van a aparecer por primera vez en el mundo de los libres. ¡Orientales! Venid a engrosar las filas de los soldados de la República. Pueblo de valientes que tantas veces habéis aspirado a la gloria, no perdáis la mejor ocasión de coronaros de ella. Venid a ver los pueblos que dominan vuestros antiguos opresores, y de donde salieron las cadenas que habéis arrastrado por diez años. Todo otro interés que no sea el de combatir por la libertad e independencia nacional en esta guerra sagrada, es indigno de vuestro valor y de vuestro heroísmo; él os acarrearía cien años de esclavitud”.
El general en jefe del Ejército de la República, a los habitantes de la Banda Oriental.

MARCHA DE ITUZAINGO
Considérase una de las más antiguas del Ejército Argentino, de autor anónimo, pero es tradición que dicha composición musical fue escrita por el emperador del Brasil, don Pedro I, que poseía grandes disposiciones para la música y demás artes y que la tenía destinada a tomar el nombre de la victoria del Ejército Imperial.
La partitura fue hallada entre los efectos y material de guerra tomados a los enemigos y precisamente en la mochila de un soldado muerto. Cumpliendo con el deseo manifestado en la nota de dar a la pieza musical el nombre de una gran batalla, cuya victoria correspondió a nuestras tropas y no ya a las de Brasil, la oficialidad argentina la designó con el título de Marcha de Ituzaingó, ejecutándose por las bandas del Ejército Patriota el 25 de mayo de 1827. Es una marcha solemne, que se toca exclusivamente para rendir honores a la Bandera y al presidente de la Nación. No tiene letra.

EL GOBIERNO NACIONAL ENVIA AL SEÑOR PRESIDENTE DEL SENADO DEL CLERO LAS BANDERAS TOMADAS EN ITUZAINGO PARA QUE SEAN COLOCADAS EN LA IGLESIA CATEDRAL (borrador)
Abr. 9 de 1827
Las tres banderas que el Ejécito Republicano arrancó al enemigo en los campos gloriosos de Ituzaingó aumenta dignamente, el nº de trofeos que adornan a la Repubca, en su historia militar y que el Gobº ha depositado en el templo del Ser Supmo. Como un tributo de justo homenaje de reconocimto. A las bondades y protección que ha recibido del altísimo. El Mintro. Que suscribe cumpliendo con las orn. Del Gobno. Tiene la satisfacción de ponerlas en manos del S. Presidte. Del Senado del Clero para que sean colocadas en la Sta. Iglesia Catedral en la forma que está acordada por punto gral.
Con tal motivo el infrascripto espera que el S. Presidente del Senado del Clero le pasará una razón detallada de todas las banderas que existan en dha. Iglesia, expresando todas las circunstancias que tengan relación a su historia, y de que haya constancia en los archivos del Senado.
Al Sor. Precidte. Del Senado del Clero

Estas banderas depositadas en efecto en la Iglesia Catedral, el 8 de abril de 1892, la Curia Metropolitana las entrega en donación al Museo Histórico Nacional. En el catálogo de objetos recibidos, Campaña del Brasil, Banderas, se registra: Nº 3755, R. 3 de Cab. De 1800x1500, Nº de objeto 1957 – Nº 3759, 3 Cp., de 1710 x 1260, Nº de objeto 1910 – Nº 3760, 3 Cp. De 1710 x 1280, Nº de objeto 1924.
Se indica una cuarta: Nº 3755 de 1360x860, Nº de objeto 1943, donada igualmente por la Curia Metropolitana en la misma fecha. Un quinto trofeo se consigna: Nº 3756 3 Cp. 1400x850, donado el 21/11/1893 por Eugenio Pérez del Cerro, Nº de objeto 1948. Asimismo, se indican: Nº 3636, el General Alvear en la batalla de Ituzaingó, óleo sobre tela de 2220x3000, artista E. Boutigny, donación de don Carlos María de Alvear, 14/5/1935. Objeto Nº 1945, pluma con que se firmó la Convención Preliminar de Paz con el Brasil; un tambor tomado a los brasileños; sables tomados en la batalla; forros pistoleros exteriores de arzón; guijarros y un plato de vajilla del Marqués de Barbacena, que perteneció al general Miguel Soler; y también escudos de oro y plata, y cordones de oro, que fueron de militares que participaron en la batalla de Ituzaingó.

ANECDOTAS
Frente al enemigo. La Nación estaba en guerra con el Imperio del Brasil, y el Ejército Argentino, al mando del general Alvear, acampado en Caciquí, en las proximidades del arroyo de Ituzaingó. El marqués de Barbacena mandaba el ejército imperial, y pretendiendo sorprender al argentino, fue sorprendido y deshecho por éste, el día 20 de febrero de 1827. La batalla, que fue base de la terminación de la guerra, es conocida en nuestra historia con el nombre de Ituzaingó. Dos días antes de esa batalla, algunos jefes argentinos, descontentos por el estado general del ejército que empezaba a carecer de todo, armaban una conspiración para quitar el mando al general Alvear. Unos querían elegir a Lavalleja y otros a José María Paz, el primero general y el segundo coronel, entonces. El debate delicado y difícil empezaba a enardecerlos, cuando se presentó el sargento mayor Chilavert, militar de honor y de carácter.
Informado acerca del asunto, se levantó inmediatamente del asiento: “¡Esto es una traición a la patria! –exclamó; y como pretendieran arrestarlo, agregó: ¡Ante los sagrados deberes para con la patria, sacrificaré todo otro deber y juro que cruzaré mi espada con cualquiera que pretenda llevar adelante este atentado frente al enemigo!”.
Esta nobilísima y enérgica actitud sofocó de inmediato la conspiración.

Los Regimientos son de la Nación. En la batalla de Ituzaingó, el coronel José María Paz, jefe del regimiento 2, dio una brillante carga con una audacia que más tarde coronó la victoria. Esta maniobra inesperada y extraña a las órdenes dadas por el general en jefe, hizo variar la colocación del ejército.
El general Alvear, en rueda de oficiales superiores, no aprobó la conducta del coronel Paz, entablándose entonces este diálogo: La carga llevada por el coronel Paz ha sido brillante, exclamó el coronel Deheza. –Ha dado una carga sin precedente por la que merecería un castigo, replicó Alvear. –Señor general, observó Deheza, el coronel Paz la ha llevado para salvar el honor de su regimiento. El regimiento -contestó el general Alvear- no es del coronel Paz, sino de la Nación. El coronel Paz es un bravo a quien estimo; pero la primera calidad de un soldado es la subordinación. (Del libro “Páginas Argentinas” de José Manuel Eizaguirre.
Un sobrino presuntuoso. En su juventud, el general Alvear fue arrogante, apasionado y presuntuoso. En cierta ocasión le habría manifestado a su tío materno, Gervasio A. de Posadas: “Tío, soy joven, rico, bien parecido, elocuente, tengo genio y hasta he alcanzado gloria. ¿Qué me falta para lograr el éxito?”. Juicio –le habría replicado el astuto don Gervasio.

Elocuente respuesta de Alvear. Al finalizar la guerra contra el Imperio del Brasil, el periódico porteño “El Correo” censuraba al general Alvear y le inquiría el motivo por el cual el ejército estaba desarrapado y sin ropa. A lo que Alvear contestó: “¿Quieren saber por qué? Monten a caballo todos los redactores de El Correo, váyanse a la pampa y marchen por el término de siete meses, de día y de noche, durmiendo al raso sobre el suelo, unas veces seco y otras convertido en charco. Vuelvan a la plaza de la Victoria y les preguntaré con mucha calma: ¿Cómo es que están rotos y desnudos? –Y enfáticamente agregó: Tal es la diferencia entre hacer la historia y comentarla”.

Rosas descubre una conspiración de Alvear. El 26 de julio de 1854, con motivo de la llegada a Buenos Aires de los restos del general Alvear –fallecido el 2 de noviembre del año anterior en Nueva York- el doctor Valentín Alsina pronunció esclarecedoras palabras sobre la figura del extinto. Después de confesar que la noche antes de su huida a Montevideo había conversado secretamente con el general, que en esos momentos tramaba una conspiración contra Rosas, Alsina señaló que el nebuloso plan fue descubierto por una indiscreción. Rosas adoptó el astuto partido de condenarlo a un destierro y alejamiento perpetuo bajo el dorado nombre de una misión diplomática. Desde Montevideo, Alsina mantuvo una larga correspondencia secreta con Alvear.

El general Alvear es desheredado por su padre. Diego de Alvear y Ponce de León, personaje de prosapia en España, coronel de Ingenieros y con rico mayorazgo en Andalucía, llegó a nuestro país como “comisario real y astrónomo” para la demarcación de límites entre el Río de la Plata y el Brasil, en cumplimiento del tratado de 1777. Casado con María J. Balbastro, tuvo varios hijos; uno de ellos fue el general Carlos M. de Alvear. El mayorazgo de Alvear y Ponce de León se hallaba contiguo al de la marquesa de Montijo, cuya hija Eugenia fue emperatriz de los franceses. Aquel fue heredado por las hijas de don Diego, pues éste había desheredado al general cuando se enteró que había tomado la plaza de Montevideo,en 1814, cuyo gobernador Vigodet era íntimo amigo suyo.

Un almanaque histórico. La República Oriental del Uruguay, en 1830, publicó en la imprenta republicana de Montevideo un almanaque con episodios de la guerra con el Brasil, en cada mes del año se hace alusión patriótica, en versos, a distintos acontecimientos. En febrero se inserta: En ataque general / El oriental y el argentino / De Ituzaingó en el camino / Vencieron al imperial. (De las notas “Esto pasó”, por José María Taggino.

A LA CIUDAD DE ITUZAINGO
Ituzaingó, el pequeñito,
Aquel pueblito lejano,
Fundado por el amor
De un español visionario.

Ituzaingó, el que en octubre,
Como América, cumple años
Y como ella, crece y crece,
Sin apuro y sin desmayo.

Ituzaingó, el de las calles
Con nombres de antepasados,
Que son páginas de historia
Que orgullosos recordamos.

Ituzaingó, el que ayer
Apenas hace unos años
Era un puntito en el mapa
Un punto más, entre tantos.

Ituzaingó, el pueblo aquel
Del español visionario,
Igual que una novia joven,
Se viste de traje largo.

Porque hoy, Dios lo bendiga,
Además de cumplir años,
Trueca en realidad un sueño
Largamente acariciado.

Hoy estrena Ituzaingó
Un título bien ganado.
Hasta el cielo pareciera
Ser más azul y más claro.

La Patria tiene otra hija,
Tiéndele Señor, la mano,
Y da con tu bendición
Amor, fe, paz y trabajo.

Emma D. B. de Castromil (para “Noticiero Ituzaingó”, 1965).